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La escucha y la respuesta a los sobrevivientes de abuso
El cardenal Wilton Gregory, arzobispo de Washington, ofreció un espacio seguro y libre de prejuicios para atender a aquellos que deseen expresar denuncias de abuso para garantizar que todos los involucrados reciban asistencia. Foto/Archivo
Nunca es fácil escribir sobre cualquier tipo de abuso; es algo que resulta molesto e incómodo, tanto para el redactor como para el lector. Sin embargo, el abuso en todas sus horribles formas está presente en nuestra sociedad y debe ser abordado con franqueza y honestidad. Hoy quiero centrar mi atención en otra faceta que me parece especialmente oportuna. Pero he aquí una nota de advertencia: lo que sigue podría provocar reacciones inesperadas.
No hay manera de asimilar el dolor que causa el abuso sin haberlo sufrido. No se puede empezar a comprender este sufrimiento en sus profundas repercusiones sin despertarse y tenerlo presente día tras día. Por último, no es posible apreciar la fortaleza que se requiere para confiarlo a otra persona, a menos que uno se haya sentido personalmente movido y habilitado para hacerlo.
Siendo así, y aun si no podemos empezar a entender lo que sienten aquellos para quienes este es un hecho insoslayable y persistente en la vida, no tenemos excusa para escuchar con una compasión que no sea totalmente sincera y genuina, y luego responder de la misma manera.
Estas lecciones han sido algunas de las más complicadas e importantes que me ha tocado ver en mi vida como obispo. Cada interacción de este tipo con un sobreviviente o con el ser querido de un sobreviviente me ha servido para reforzar mi decisión de eliminar todos los obstáculos que surjan en el camino hacia la curación, la justicia y la mayor seguridad posible en los entornos de toda nuestra Arquidiócesis. Y si las estrategias emanadas de la experiencia de nuestra Iglesia pueden servir de modelo para otras instituciones, tanto mejor. Esta lacra no es solo nuestra; es preciso compartir ampliamente lo que hemos aprendido y las respuestas que hemos desarrollado para que nuestra sociedad no tenga que limitarse a reaccionar ante los abusos perpetrados contra inocentes y empiece a idear fórmulas más eficaces para evitar que tales casos se sigan produciendo.
Teniendo esto en cuenta, aprovecho la oportunidad para recordarles a nuestros párrocos, a los directores de ministerios parroquiales y a todo el pueblo de Dios que hay promesas inequívocas que hemos hecho con respecto a aquellos que tal vez hayan sido abusados y no se atrevan a presentar sus denuncias.
Ante todo, y sin excepciones, crearemos entornos abiertos y dispuestos a recibir las denuncias de abuso y conducta indebida que se presenten, y responderemos con la debida atención pastoral a todos los implicados.
Ofreceremos un espacio seguro y libre de prejuicios para atender a aquellos que deseen expresar denuncias de abuso y nos pondremos en contacto con el personal pertinente para garantizar que todos los involucrados reciban asistencia, como se indica en la sección 9 de la Política de Protección de Niños y Entornos Seguros de la Arquidiócesis de Washington: “Por medio de este cuidado pastoral, así como de una educación y capacitación continuas para clérigos y demás personal de la Iglesia, la arquidiócesis trabajará de manera diligente para promover comunidades creyentes seguras y saludables.”
Si alguna vez dejamos de cumplir este compromiso a nivel local en una parroquia o escuela, lo asumiremos a nivel arquidiocesano.
Cooperaremos plenamente con las autoridades civiles y les permitiremos llevar a cabo sus investigaciones sin interferencias. Como se enuncia en la Sección 5 de la aludida Política:
“La Arquidiócesis está comprometida a trabajar con las autoridades civiles para proteger a los niños al prevenir el abuso infantil y el descuido, denunciar todo presunto incidente de abuso o descuido, cooperar con las investigaciones de las acusaciones y con el consiguiente proceso judicial, así como informar a las víctimas el derecho que tienen a denunciar en forma independiente y apoyar el ejercicio de ese derecho, tal como está especificado en el Estatuto para la protección de niños y jóvenes.”
Cabe señalar que tan importante es lo que haremos como lo que no haremos. Cuando se nos presente una denuncia de abuso o conducta indebida, bajo ninguna circunstancia la desestimaremos, la juzgaremos, nos avergonzaremos, la minimizaremos ni actuaremos a la defensiva. Por el contrario, escucharemos, aprenderemos, asumiremos la responsabilidad y respetaremos los límites. Y actuaremos de manera apropiada y de acuerdo con los procesos y políticas establecidos en nuestra Política de Protección de Niños y Entornos Seguros, disponible en https://adw.org/about-us/resources/child-protection/.
Si usted ha sido víctima de abuso o se ha enterado de que alguien en el ministerio arquidiocesano ha cometido conducta indebida, o si ha denunciado un caso de mala conducta a nivel local y no cree que nuestras políticas se hayan aplicado al pie de la letra, le ruego con humildad que se ponga en contacto con la señora Courtney Chase, directora ejecutiva de Protección de Niños y Entornos Seguros de nuestra Arquidiócesis, llamando al 301-853-5302. Puedo reiterar que, bajo mi dirección y con mi apoyo irrestricto, las acciones descritas en nuestra política se aplicarán al pie de la letra.
Me siento orgulloso del arduo trabajo de tantos colaboradores que han contribuido decisivamente a poner en marcha estas políticas y procedimientos, y sin embargo sé que las normativas son eficaces solamente en la medida en que todos colaboremos igualmente en su aplicación. Es nuestro deber para con nuestros hijos y con cada uno de nosotros el cumplir estas promesas.
Le ruego a Dios que bendiga a todos los que han sufrido en manos de otro, y en particular de alguien en el ministerio de la Iglesia, y pido que les traiga la curación que solo Él puede brindar.
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Coagración de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María
El viernes 25 de marzo de 22, Solemnidad de la Anunciación, Su Eminencia, el Cardenal Wilton Gregory, celebrará una Misa especial a las 12:00 del mediodía en la Gran Iglesia Superior de la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en respuesta a el pedido de nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, para que los obispos del mundo se unan a él en un Acto de Consagración de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María.
La Misa estará abierta al público y se transmitirá en vivo en el sitio web de la Basílica vincula
https://www.nationalshrine.org/mass/
Los fieles y todas las personas de buena voluntad están invitados a unirse a esta Misa y Consagración especial mientras oramos por la paz en Ucrania y en todo el mundo.
Se anima a las parroquias a rezar la Oración de Consagración, enlazada durante la celebración de la Misa de este viernes.
La Misa se celebrará en el momento exacto en que el Papa Francisco está realizando un acto similar de consagración en el Vaticano. La semana pasada, el Papa pidió a los obispos de todo el mundo que se unieran a él el 25 de marzo para consagrar Ucrania y Rusia al Inmaculado Corazón de María.
ACTO DE CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz. Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor. En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura. Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio. Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna. Acoge, oh Madre, nuestra súplica. Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra. Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación. Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo. Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar. Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear. Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar. Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad. Reina de la paz, obtén para el mundo la paz. Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada. Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria. Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo. Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.
Es hora de nuestro recordatorio anual sobre el origen de Halloween, ya que nuestros pensamientos se vuelven trucos y golosinas esta semana. Halloween debería conectarnos naturalmente con las Fiestas de Todos los Santos y las Almas Santas. ¿Cómo encajan los días de esta semana única? En la antigüedad los celtas celebraban el año nuevo y la llegada del invierno el 1 de noviembre. La noche anterior, como la año viejo estaba muriendo, estos pueblos celebraron una fiesta en honor de Samhain, Señor de los Muertos. Creyendo que en esta noche los fantasmas y los espíritus, las brujas y los duendes de los que habían muerto de alguna manera cobraron vida y vagaron por la tierra, la gente usaría máscaras y fogatas para asustar. alejar a los espíritus malignos. Cuando los romanos invadieron tierras celtas, agregaron sus propios toques con un festival de su diosa de los huertos, Pomona. Recogieron nueces y se movieron por manzanas.
Como tantas otras cosas, la Iglesia enseñó verdades cristianas utilizando costumbres con las que las personas se podrían identificar. En el año 835, el Papa Gregorio IV trasladó la fiesta de todos los mártires y santos del 1 de mayo al 1 de noviembre. • Con esta fiesta, la Iglesia enseñó que la observancia genuina de los muertos es honrar a los santos en el Cielo y rezar por las almas en el purgatorio. Las supersticiones paganas fueron desafiadas con la verdad de la resurrección de Jesús y lo que significa para todos los que mueren. Todos los santos (los sagrados o santos) fueron honrado comenzando la noche anterior: All Hallow's Eve o Halloween.
Aún así, toda esta concentración en los muertos (santos y almas santas) a veces incomoda a las personas. La tradición de usar máscaras o disfraces persiste hoy pero con muy poca conexión con confusos espíritus malignos. El Jack-o'-lantern fue establecido por los irlandeses que tallarían nabos, pondrían una luz dentro de ellos y los colocarían en el porche para ahuyentar a los espíritus. Cuando los irlandeses llegaron a América descubrieron que la calabaza era más grande y comenzaron a usarlos en Halloween en lugar de calabazas. Algunos dicen que el nombre proviene de un hombre "Jack" que se vio obligado a recorrer la tierra con solo un carbón encendido dentro de un calabaza / calabaza para iluminar su camino porque nunca realizó un acto desinteresado para nadie más. Trick-or-treat también tiene sus raíces en Irlanda. La gente iba de puerta en puerta con bolsas recogiendo comida para la fiesta de la hoguera en All Hallows Eve. A los generosos se les prometió prosperidad; los que se negaron estaban sujetos a la mala suerte! ¿Ves el futuro de la superstición y la diversión tonta?
Halloween hoy suscita fuertes opiniones. Algunos sostienen que los cristianos deben evitar todo lo relacionado con este día. Otros no ven peligro. Quizás alguna diversión inofensiva en esta noche pueda ser beneficiosa si nos prepara para el Día de Todos los Santos y Todas las Almas. Al igual que los santos, modelamos generosidad cuando damos golosinas a niños en la puerta. Los disfraces pueden recordarnos que debemos ponernos una nueva identidad, la de Cristo, todos los días. Los fantasmas y los duendes pueden ser recordatorios sobrios momentáneos de que esta vida es corta. Todos los Santos o el Día de las Almas algún día serán nuestras propias fiestas, ¡lo cual depende de cómo muramos! All Hallows Eve debería ser el comienzo festivo de dos días importantes. Nos regocijamos en los santos de todos los tiempos y lugares y rezamos para que algún día nos unamos a ellos alrededor del trono de Dios en el cielo. Y tomamos en serio nuestra responsabilidad de orar con devoción por aquellos que aún esperan el Cielo en el Purgatorio. Realmente no hay ningún truco en absoluto: Dios tiene golosinas celestiales que quiere darnos a todos si solo nos presentamos en su puerta preparados para preguntar.
Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario "C", 27 de Octubre del 2019